Cuando una nueva marca sale al mercado, tiene el contador a cero. Nadie ha oído hablar de ella, por lo que no tiene ni seguidores ni detractores. Es un momento crucial para definir el rumbo que va a tomar la empresa y, sobre todo, para conformar la imagen que esa marca quiere tener de cara al exterior.
La imagen no es algo que se vaya formando por accidente, sino que debe estar clara desde el primer momento. Tanto el director como los empleados, desde el primero al último, deben ser conscientes desde el minuto uno de cuál va a ser su imagen, de cómo y por qué quieren que los ciudadanos y los clientes los reconozcan. Por eso, es de vital importancia definirla al principio y guiar todos los actos de promoción, comunicación y publicidad en la misma línea. Las improvisaciones y la dejadez conducen inevitablemente al fracaso y a la pérdida de reconocimiento. Una marca que no tiene una imagen definida no destaca, no se conoce, y acaba diluyéndose entre el mar de enseñas que conforman el mercado.
Una vez se tiene clara la imagen, es decir, la reputación y los motivos por los que queremos que nuestra marca sea conocida e identificada, es necesario coordinar la comunicación, tanto externa (hacia los clientes) como interna (entre los trabajadores) en la misma dirección, atendiendo a esos principios y directrices que definen a nuestra empresa y a nuestro producto o servicio.
Algunos casos de éxito en cuanto a la identificación y construcción de una imagen de marca son, sin citarlos textualmente (no es necesario) una conocida compañía de bebidas energéticas a la que todos asociamos con el patrocinio de deportes y pruebas extremas. O el caso de una famosa marca de coches, cuyos anuncios en televisión siempre arrasan. Se trata de ejemplos de compañías que han elegido un sector y han apostado fuertemente por él, dirigiendo todos sus esfuerzos comunicativos a reforzarla y sin salirse nunca de su línea principal. Tienen muy claro que las distorsiones y la variación de su línea comunicativa no traen buenos resultados.
En Adaix somos conscientes de la importancia de ofrecer de cara al exterior una imagen realista de empresa seria, que piensa las cosas y que actúa siempre con un motivo y con unos objetivos claros. La planificación es vital para el desarrollo de una empresa, y por eso damos todos nuestros pasos, ya sean pequeños o grandes, en la misma dirección. La improvisación es para los monologuistas.
Un empresario de éxito, que quiere dar a conocer su marca, primero piensa, después establece un objetivo, a continuación elabora un plan, y por último lo ejecuta mediante varias acciones. Al final, consigue su objetivo gracias, sobre todo, a su hoja de ruta. El coche más potente del mercado, por muy fiable y poderoso que sea su motor, se estrellaría a las primeras de cambio si no tuviera un volante y a alguien que lo dirigiera.
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