Hay ciudades que un día soñaron con ser eternas y hoy no son más que ruinas. Otras que permanecen casi sepultadas en el olvido, el desierto, la jungla o el agua. Algunas incluso murieron antes de nacer. Todas encierran historias fascinantes que los viajeros reviven al visitarlas.

Hablamos de ciudades perdidas, ciudades que hoy en día no son más que meras edificaciones con algunas historias. Desde Adaix, nos vamos de ruta por algunas ciudades fantasma. ¿Te atreves a descubrirlas?

 

La ciudad de los diamantes, Kolmannskuppe (Namibia)

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Kolmannskupe debe tanto su fortuna como su infortunio a los diamantes. Situada en el desierto del Namib, esta antigua ciudad minera hoy abandonada es la única curiosidad turística des desierto del Namib. Está a unos kilómetros de la ciudad portuaria de Lüderitz, único núcleo habitado en 130 kilómetros a la redonda. Los viajeros que se animan a visitarla (previa autorización del gobierno) dicen que aún se siente a los fantasmas errantes entre las casas abandonadas de la que, en otro tiempo, fue un próspero enclave minero gracias a los diamantes.

En 1908, cuando África del Sudoeste (actual Namibia) era un protectorado alemán, un obrero negro empleado en la construcción del ferrocarril recogió por casualidad una piedra que resultó ser un diamante. El descubrimiento hizo surgir precipitadamente, como una seta, esta ciudad, en tu día fue una de las más prósperas del continente. Tenía tranvía, casino, teatro, escuelas, piscinas y hasta grandes almacenes donde vendían las últimas novedades de Berlín. Su hospital fue uno de los primeros del mundo en utilizar rayos X y las calles se barrían cada mañana para mantener el desierto a raya. Pero el agua era más cara que la cerveza. Aquella pequeña Alemania era un paraíso para ingenieros y colonos germanos, aunque no tanto para mineros. Vivió su apogeo en al década de 1920 pero, poco a poco, la antigua perla del desierto fue declinando su brillo a medida que se agotaban los filones. En 1956 se cerró definitivamente su hospital y los últimos residentes hicieron las maletas.

En 1990, el gobierno namibio y la empresa de diamantes De Beers decidieron convertir esta ciudad fantasma en una atracción turística y lo consiguieron. Se acondicionó incluso un pequeño museo en el antiguo casino, abrieron tiendas que venden piedras preciosas como souvenir, se restauraron algunas viviendas coloniales mientras que otras quedaron tal cual, como congeladas en el tiempo…Una cosa es innegable, es difícil resistirse al encanto del lugar.

 

La ciudad perdida de los incas, Vilcabamba (Perú)

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En el fondo de un valle sagrado cubierto de frondosa vegetación, Vilcabamba sigue siendo un misterio. Los arqueólogos han encontrado unas ruinas de piedras amarillas pero la duda se mantiene: ¿son los vestigios de la capital secreta de los últimos incas? Siglos después de la rebelión de 1536 contra los conquistadores españoles, todavía se sigue buscando esta capital de la resistencia inca.

Tras enfrentarse a las tropas de Almagro, el rebelde inca Manco eligió un lugar accidentado como corazón de la resistencia, a la sombra de las montañas. Acababa de fracasar por muy poco en la liberación del Cuzco pero en su ciudad secreta, Manco intentó reconstruir un pequeño reino reproduciendo el de Cuzco antes de la conquista. Desde su escondite lanzó incursiones contra los españoles durante 36 años y después de su asesinato en 1545 la lucha inca continuó de la mano de su hijo, el conciliador Sayri Tupac, y posteriormente a través de su hermano, el belicoso Titu Cusi. Tupac Amaru, cuarto y último de los incas de Vilcabamba, se mantiene como el símbolo de la resistencia india en América Latina. En 1572, una expedición de castigo dirigida por el virrey de Perú firmó el fin de Vilcabamba: la artillería española acabó dirigida con el reducto inca pero, antes de huir, Tupac Amaru incendió su pequeño reino. Los vencedores decidieron fundar Vilcabamba la Nueva en un lugar más hospitalario y la vieja fue abandonada, sumergida poco a poco bajo un océano vegetal.

Los hechos históricos están demostrados pero el emplazamiento exacto de Vilcabamba nunca ha sido documentado. La existencia de una ciudad perdida de los incas ha alimentado la imaginación de arqueólogos y aventureros que, de vez en cuando, emprenden expediciones para encontrar su emplazamiento exacto. Muchos han creido encontrarlo pero los debates están lejos de haberse cerrado. El misterio alimenta la leyenda y la leyenda alimenta la aventura.

 

Un incendio perpetuo, Centralia (Estados Unidos)

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En el estado de Pensilvania una ciudad permanece consumiéndose por un incendio que nadie consigue apagar desde hace más de cincuenta años. Se trata de Centralia, que desde un día de mayo de 1962 sufre un fuego perpetuo que la borró del mapa para siempre.

Todo se debió a un descuido estúpido: unos obreros municipales que estaban limpiando la ciudad para la celebración del Memorial Day prendieron fuego a un montón de basura junto al cementerio que se propagó hasta la mina de carbón subterránea que extiende sus galerías bajo la ciudad y a la que debía su existencia. Hoy solo conserva una iglesia, cuatro cementerios y un local municipal con un camión de bomberos, por si acaso…

Como tantas otras, esta ciudad obrera se fundó en 1866 debido al hallazgo de un yacimiento de carbón. No tenía grandes monumentos, pero sí una placentera vida típicamente americana, con iglesias, tiendas, escuelas, un campo de fútbol…y una población de inmigrantes, sobre todo irlandeses, polacos y rusos. Todo se acabó con el incendio subterráneo que, pasados los meses, seguía extendiéndose lentamente a través de las fisuras del suelo, expulsando al exterior humaredas, chorros de monóxido de carbono y gases nauseabundos. A pesar de aquello, muchos permanecieron allí, a falta de otras perspectivas, pero en 1981 la cosa se puso imposible: un niño estuvo a punto de ser engullido por un hundimiento del terreno y las autoridades tomaron la decisión de evacuar a toda la población. Todavía quedan algunos irreductibles que se resisten a dejar Centralia, que se ha convertido en una atracción estatal: incluso ha inspirado a los creadores del videojuego Silent Hill, del que existe una adaptación cinematográfica.

Los visitantes que pasan por allí pueden comprobar las altas temperaturas de sus piedras, las casas destruidas y cómo alrededor del cementerio, el suelo todavía humea. Nadie ha conseguido todavía apagar aquel fuego, que retuerce el asfalto y hace surgir grietas alrededor de las cuales se agarran algunos musgos. Los especialistas estiman que este incendio subterráneo podría seguir ardiendo al menos doscientos años más hasta que se consuma todo el carbón que se encuentra bajo tierra.

 

Roma bajo la arena, Leptis Magna (Libia)

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A 125 kilómetros al este de Trípoli, cerca de la ciudad de Khoms, Leptis Magna parece indiferente a la agitación que sacude a la actual Libia. Allí sigue, casi como en tiempos del emperador romano Septimio Severo (año 193), cuando se convirtió en una de las más importantes colonias romanas de la costa mediterránea. Era una ciudad rica y poderosa con privilegios especiales, pero en los siglos siguientes fue decayendo y las diversas oleadas de pueblos de desierto y bárbados terminaron por rematarla. En el año 535, los bizantinos reconquistaron África del Norte y Leptis Magna volvió a ser la capital de la Tripolitana, fuerte tras sus murallas, pero vacía de habitantes. Pero poco pudieron hacer frente a la nueva oleada árabe y en 642 la civilización romana desapareció definitivamente de África. Los vestigios de Leptis Magna se hundieron en la arena.

Hasta el siglo XVII. Un avispado diplomático francés sin demasiados escrúpulos, Claude Lemaire, reparó en los extraordinarios bloques de mármol del yacimiento y comenzó a desenterrar la ciudad a toda prisa para vender la preciada piedra de la antigua ciudad de constructores en Londres y París. El altar de la iglesia de Saint-Germain-des-Près, en la capital francesa, así como el coro de la catedral de Ruán, entre otros muchos monumentos, están decoradas con columnas enteras procedentes de Leptis.

A partir de 1920, arqueólogos italianos emprendieron excavaciones científicas y en 1951, tras declarar su independencia Libia impulsó misiones arqueológicas y Leptis Magna emergió con todo su esplendor: a lo largo de las vías pavimentadas aparecieron el extraordinario anfiteatro, el más grande de África del Norte; el templo de Serapis y el arco de Séptimo Severo, con su sutil decoración esculpida, o la villa Silin, suntuosa casa de campo abierta al mar. En 2011, la Unesco pidió a las fuerzas militares enfrentadas en Libia que respetaran el yacimiento, declarado patrimonio mundial desde 1982, para que cuando la calma regrese al país los viajeros puedan volver a contemplar la Roma africana.

 

La isla acorazada, Hashima (Japón)

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En ocasiones, la realidad supera la ficción: la fantasmal ciudad que el director Sam Mendes recreó en Skyfall (2012) como escondrijo del perverso enemigo de James Bond interpretado por Javier Bardem existió realmente frente a las costas japonesas. La isla de Hashima puede parecer a simple vista un presidio rodeado de agua o una fortaleza destinada a vigilar el centenar de islotes circundantes. Nada de eso. Se trata de un asentamiento minero, aparecido por un gran yacimiento de hulla descubierto a principios del siglo XIX.

El posterior desarrollo económico del imperio nipón multiplicó el valor del enclave y en 1890, la compañía Mitsubishi adquirió aquel pedrusco de seis hectáreas y potenció la explotación del carbón. En condiciones durísimas de trabajo, los mineros y sus familias se alojaban en altos edificios de cemento, repartidos en apartamentos del tamaño de una celda monástica, con cocinas y sanitarios colectivos. Hashima era una activísima colmena de unos 30.000 habitantes que contaba con varias escuelas, un hospital y numerosos comercios. Tras la Segunda Guerra Mundia, la actividad extractora se redobló debido a la posterior Guerra de Corea: en 1959 la isla registró la mayor densidad de población del mundo y estaba más viva que nunca, con equipamientos de lo más diverso: cine, bares, templos budistas y sintoístas, y hasata un burdel. Incluso se importó tierra para sembrar plantas en los tejados, a modo de jardines colgantes.

La decadencia comenzó a finales de los 60, cuando el petróleo sustituyó al carbón. EN 1974 Mitsubishi cerró la última mina y la isla fue abandonada definitivamente. Barrida durante años por los tifones, en 2009 comenzaron a llegar curiosos visitantes para recorrer este extraño lugar, un laberinto de edificios decrépitos comunicados por escaleras y separados por estrechos pasajes. Algunos eran antiguos habitantes de Hashima, que acudían a reencontrase con su pasado. Actualmente, reunidos en asociación, pretenden que la isla sea declarada patrimonio mundial como homenaje a todos aquellos que vivieron en aquel lugar improbable que desafía al océano.

 

Vacaciones al estilo nazi, Prora (Alemania)

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El proyecto de reciclar una de las construcciones más grandes y emblemáticas de la Alemania nazi, la ciudad-balneario de Prota, en la isla de Rügen, al noroeste del país, apareció recientemente en la prensa europea: reconvertir los edificios gigantes de aquel complejo hotelero en apartamentos turísticos para su venta.

En realidad, Prora nunca llegó a existir, aunque fue uno de los grandes sueños de Hitler. Se llegaron a levantar edificios (8 bloques enormes) a lo largo de los cuatro kilómetros y medio en esta isla de Báltico con la intención de convertirse en el gran complejo vacacional para los obreros del III Reich, que acogería varios millones de veraneantes al año. Las obras comenzaron en 1933 y se creó un programa de actividades y tiempo libre bautizado como La fuerza por la alegría que incluía piscinas, cines y restaurantes (que nunca vieron la luz). Pero el interior de los edificios era austero, sin decoración alguna, salvo un altavoz para recibir los mensajes de la propaganda y con baños comunes en cada rellano.

En 1939, el estallido de la II Guerra Mundial acabó con el sueño de Hitler. Los veraneantes nunca llegaron y en 1944 los edificios se reconvirtieron en hospital militar para los heridos de la Wehrmecht y sirvieron de refugio a la población de la bombardeada Hamburgo. En 1945, Prora quedó en el territorio de la comunista RDA y fue transformada en base militar; más tarde sería cuartel de paracaidistas y centro de objetores de conciencia. En 1990, aquel colosal vestigio de la Alemania nazi fue definitivamente abandonado. Aunque siempre hubo proyectos de reconversión (en 2011 se inauguró un albergue juvenil en uno de los bloques), sobre este lugar pesa la sombra de su pasado. De lo que nunca se ha hablado es de demolición, pues forma parte del patrimonio nacional alemán: el proyecto y sus planos recibieron el gran premio de arquitectura en la Exposición Universal de París, en 1937.

 

Urbe futurista sin futuro, Sanzhi (Taiwán)

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Contemplando fotos de esta ciudad de la punta norte de Taiwán uno llega a pensar en una avanzadilla de alienígenas, platillos volantes inlcluidos. En realidad, Sanzhi son dos pueblos, Sanzhi y Wanli, separados por unos 40 kilómetros, construidos en 1978 por unos fanáticos del diseño futurista que había furor en los setenta. Fueron concebidos como lugares de vacaciones para la burguesía taiwanesa y los militares de las bases estadounidenses instaladas en la isla. En total, 15 complejos de seis ovnis en variados colores reunidos alrededor de una escalera común. Tenían grandes ventanales y rodeaban un jardín bien equipado…pero todo terminó antes de empezar.

Los marines se retiraron en 1959, el constructor quebró tras la crisis del petróleo y, por su fuera poco, los materiales de construcción (poliéster y fibra de vidrio sobre una estructura de cemento armado) no ayudaban a su conversación. Entre leyendas de todo tipo (desde homicidios entre los obreros hasta la presencia de veinte mil cadáveres de holandeses muertos en el siglo XII), las excavadoras arrasaron finalmente Sanzhi en 2010.

Wanli, en la costa, reúne un centenar de las famosas cápsulas del finlandés Matti Suuronen que inspiraron los ovnis de Sanzhi. En 1968, el diseñador creó dos modelos: Futuro, circular, rodeada de ojos de buey y sostenida por cuatro pies, y Venturo, un cubo aplanado y acristalado por los cuatro costados. Casas del futuro, equipadas y todo terreno, desmontables y transportables en helicóptero. Pero el parque de Wanli no tuvo más éxito que Sanzhi. Entre aquellas decadentes casas veraniegas, hoy deterioradas y rodeadas de frondosa vegetación, el visitante quizá experimente la sensación de estar dentro de un cómic, con extraterrestres a punto de aparecer tras las trampillas de acceso.

 

Ciudadela con pies de barro, Bam (Irán)

En 2003 un intenso terremoto en el sur de Irán destruyó una de las ciudadelas más bellas e inspiradoras del mundo. Hasta entonces, Bam había sido escenario ideal para películas ambientadas en oasis, fortalezas en el desierto y la legendaria Ruta de la seda. El gigantesco complejo, la construcción de adobe más grande del planeta, accesible desde la ciudad de Kerman, al sur del país, conservaba hasta entonces 77 torres, murallas almenadas y un dédalo de calles con pórticos y cúpulas. Un fuerte casi perfecto aislado entre montañas desérticas, que se desplegaba sobre más de seis kilómetros cuadrados y que, a los ojos del viajero, aparecía como un auténtico espejismo.

Levantada hace más de 2.500 años en el gran desierto iraní con troncos de palmera y adobe, ha sido atacada, destruida y reconstruida varias veces. Aparece mencionada por Marco Polo en su Libro de las maravillas del mundo, cuando acababa de recuperarse del paso devastador de Gengis Khan, la última rehabilitación (antes del terremoto), databa de la dinastía de los Safávidas, entre los entre los siglos XVI y XVIII. Fue abandonada a mediados del siglo XIX y a comienzos del XX comenzaron a llegar los primeros turistas. La restauración a partir de 1950 dio a sus murallas una frescura artificial de castillo de arena recién moldeado, respetando, eso sí, las técnicas y los materiales tradicionales.

La sacudida de 2003 lo devastó todo (fallecieron 30.000 habitantes) y puso en marcha un programa de salvamento en el que siguen colaborando numerosos países, Japón, Italia y Francia especialmente. Doce años después del seísmo los elementos más emblemáticos han recuperado su anterior aspecto y, además, el temblor sacó a la luz capas más profundas con restos más antiguos, algunos con 6.000 años de antigüedad.

 

Desaparición por mayoría, Gagnon (Canadá)

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Actualmente, Gagnon es solo una página de Facebook en la que los usuarios cuelgan fotos para mantener viva la memoria de una ciudad de la costa este de Canadá que murió en plena juventud. Fue borrada del mapa tras una votación de la Asamblea Nacional de Quebec, en octubre de 1984. Meses más tarde los bulldozers y las excavadoras arrasaron con todo y solo un cruce de carreteras señala ahora el antiguo centro de la localidad.

En Gangon vivían entonces unos 4.000 habitantes. Fundada oficialmente en 1957 gracias al descubrimiento de yacimientos de hierro cerca de los lagos Jeannine y Barbel, era un municipio moderno y bien equipado cuyos habitantes estaban encantados a pesar del aislamiento (no tenía todavía una buena carretera de acceso) y las duras condiciones climáticas. En 1970 la vida se complicó, por el agotamiento de las minas, aunque se derivó la producción (y a los trabajadores) al filón de Fire Lake, 90 kilómetros al noreste. En octubre de 1984 llegó el tiro de gracia con el cierre de este último, y los habitantes de Gagnon supieron que la ciudad desaparecería y serían indemnizados por sus viviendas perdidas. Hoy solo quedan algunos espacios de extracción a cielo abierto, pero ninguna de sus viviendas, típicas de la arquitectura de la década de los 60.

 

La ciudad suicida, Masada (Israel)

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Aunque Masada fue destruida hace muchos siglos, no se puede decir que nos ea una ciudad perdida. Al contrario, sus grandiosas ruinas, con el desierto de Judea y el Mar Muerto de fondo, son uno de los lugares más simbólicos de Israel y su historia una de esas leyendas de coraje y orgullo.

Cosntruida por Herodes el Grande entre l 37 y el 15 antes de Cristo, está ubicada sobre una meseta a 450 metros de altitud para que sirviera de refugio en caso de revueltas o de una invasión egipcia. La muralla, contundente e inexpugnable, esconde una lujosa mansión y un enorme palacio (4000 metros cuadrados) que acogía la administración, dependencias de lujo, talleres y armería. Para suplir el único manantial de la meseta, Herodes hizo escavar nueve depósitos gigantescos, así como canales para recoger las escasas lluvias. En el año 4 antes de Cristo murió sin haberla ocupado.

Abandonada por las fuerzas romanas en el año 66, se convirtió en el refugio de unos cientos de rebeldes, a los que, tras la caída de Jerusalén, se unieron los zelotes y sus familias en su huida de la ciudad santa. En el 73, los romanos decidieron ponerle sitio. El historiador judío Flavio Josefo ha dejado una narración detallada de aquella rebelión hasta la caída de la plaza, cuyo desenlace fue especialmente trágico: cuando las fuerzas romanas penetraron en la fortaleza solo encontraron edificios quemados. Los habitantes de la ciudad se dieron muerte entre ellos antes de prenderle fuego. La narración de Josefo atrajo siempre a numerosos exploradores en busca de aquella fortaleza mítica, identificada en 1842. En la década los 60 comenzaron las excavaciones arqueológicas y hoy, además de sus ruinas, impresiona ver cómo los soldados prestan un juramento marcial en aquel bellísimo lugar que encarna el mito fundacional del Estado hebreo. Ver salir el sol sobre las ruinas de Masada es algo que no se olvida nunca.

 

La Pompeya nuclear, Prípiat (Ucrania)

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Hay turistas para todos los gustos, incluidos los que buscan destinos extraños, tenebrosos e incluso morbosos, como las ciudades abandonadas tras los desastres nucleares. Chernóbil se ha convertido en un nuevo destino turístico desde que las autoridades ucranianas abrieran las visitas la zona de exclusión (de 30 kilómetros) que rodea la ciudad, en 2011.

Muchos extranjeros pasean por el escenario de la que fue (hasta Fukushima) la mayor catástrofe nuclear de la historia, entrando en los sectores accesibles de la central para luego hacer un circuito en autocar por la zona de exclusión. El plato fuerte llega en Prípiat, tres kilómetros al norte de Chernóbil, una extraña localidad abandonada que en tiempos fue una moderna ciudad concebida por urbanistas de los 60 para albergar a los empleados de la central. Su historia se truncó el 27 de abril de 1986, el día posterior a la explosión del reactor número 4. La población (unos 50 000 habitantes), a la que nadie advirtió de la catástrofe, vio llegar a un convoy de carros y autobuses fletados para vaciar lo más rápidamente la ciudad. La consigna era no llevar ninguna pertenencia, pues el regreso estaba previsto, les aseguraron, tres días más tarde. No regresaron nunca.

En la actualidad, un silencio de muerte acoge al visitante que, acabada la visita, debe pasar obligatoriamente bajo un pórtico de seguridad que mide la radiación. Prípiat nunca fue descontaminada y puede registrar, en función de las condiciones meteorológicas, partículas radioactivas equivalentes a 70 veces el umbral internacional de seguridad. Nada señala la presencia del peligro, todo permanece tal y como quedó aquel día. Desde el palacio de la cultura –que albergaba biblioteca, salón de espectáculos, gimnasio y sala de conferencias– hasta el hotel Polyssia, el mayor de la ciudad, reina la misma desolación. A lo lejos se observa la silueta de la central, amenazante y familiar, como si nada hubiera pasado.

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