Al ‘banco malo’ le sucede con el terreno que le ha llegado lo mismo que a la banca y a los promotores, que, como éstos, no tiene ni idea de qué hacer con un producto que no tiene salida alguna en el mercado, y no la va a tener, de una manera notable, en mucho tiempo.
Cuando la semana pasada, la Sareb, la sociedad presidida por Belén Romana, presentaba el plan de negocio que le ha diseñado la consultora KPMG, la teoría sobre qué hacer con esta ‘patata caliente’ aparecía meridiamente clara. Pura teoría. Sin más. A saber, que, para poner en valor este activo inmobiliario se debe desarrollar el planeamiento urbanístico, proceder a su urbanización, promoverlo y, finalmente, ponerlo en el mercado en venta o en alquiler.
Fenomenal. El problema es que tiene que haber un comprador que no solo compre el terreno, sino que acometa su desarrollo con la costosa inversión que esto requiere, o guardarlo para cuando lleguen tiempos mejores y tratar de venderlo a un tercero, soportando mientras tanto las gravosas cargas fiscales municipales que comporta la tenencia de terrenos. Pero algo tendrán que hacer, porque en la previsión de ingresos se fijan cobros por promoción y desarrollo de casi 28.000 millones de euros hasta 2027.
Tras el traspaso de activos tóxicos que los dos grupos de entidades financieras han hecho a la Sareb, el ‘banco malo’ ha asumido terrenos valorados en 12.124 millones de euros. Unos 17 millones de metros cuadrados repartidos en 28.501 solares.
El reparto de estos terrenos se desglosa en los préstamos que sirvieron para comprar 8.642 solares, valorados en 8.326 millones de euros -prácticamente un millón por cada parcela- y en los 14.859 terrenos adjudicados sin cargas financieras, contabilizados en 3.801 millones de euros.
El suelo que, de momento, ha llegado hasta el balance de la Sareb equivale al 8% de los aproximadamente 145.000 millones de euros con los que bancos y cajas de ahorro financiaron, en los últimos años del ‘boom’ inmobiliario, la compra de 200 millones de metros cuadrados donde construir casi tres millones de viviendas.
Y un lustro después del estallido de la burbuja persisten las dudas sobre qué hacer con ellos. Lo único que prácticamente se da por descontado es que un tercio de esos terrenos nunca se podrán desarrollar y que cerca de 50.000 millones se darán por perdidos.
De momento, las entidades financieras, ante los impagos permanentes de las empresas promotoras, ya se han adjudicado aproximadamente un tercio de estos terrenos. Más de 60 millones de metros cuadrados cuyo valor se deprecia día a día obligando a asumir cuantiosas provisiones.
Fuente: inmodiario.com